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Xico, Veracruz, Mexico
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martes, 20 de julio de 2010

ENTRE COLUMNAS...

"Entre Columnas"

Participación Urgente

Por: Martín Quitano Martínez mquitanom@hotmail.com

Es el presente mexicano, un escenario de descomposición económica, social y política que va ampliando su cobertura y su profundidad, destruyendo las bases de la convivencia y la conciencia social. Somos testigos cotidianos de manifestaciones de odio que espantan, de acciones de violencia criminal como el coche bomba y la masacre de los últimos días, representaciones de la locura en la que parece envolverse la realidad del país.

Un “gobierno nacional” que realmente no gobierna, que apenas articula y balbucea frases huecas y llamados al estoicismo y a la “comprensión” de los daños colaterales de una “guerra contra el narcotráfico” de escasos triunfos y muchas bajas. Tiempos duros para una sociedad metida además en el sanguinolento coctel de la depredación económica y el desencanto por las instituciones.

Expresa con contundencia el Rector de la UNAM que “México no merece lo que le pasa”, aludiendo a la suma de problemas añejos sin solución como la desigualdad y la pobreza, más los de inseguridad, narcotráfico, deterioro ambiental y falta de expectativas que ahora nos aquejan y es cierto, nadie lo merece.

Planteamiento incuestionable que conduce a la reflexión de sus posibles soluciones, donde queda claro que se requiere modificar lo que hemos hecho en el último siglo, principalmente por parte de los actores políticos y los gobernantes que operan este Estado mexicano, pero también de todos y cada uno de los ciudadanos como actores sociales, porque deberá de ser el conjunto mayor de la sociedad quien afectado por las decisiones equivocadas de los poderosos, deberá sobreponerse a la indolencia y la lejanía de la cosa pública, para participar y reivindicar su derecho a mejores condiciones de vida, convirtiéndolo en una exigencia, en un deber impostergable.

Tiene que darse una discusión social y de la ciudadanía respecto de los graves problemas existentes, que ponga sobre la mesa la incapacidad, ineficiencia y colusión de los actores hegemónicos en el poder, que han puesto de rodillas a un país. Hay que aplicar las leyes y cancelar la permisividad a la corrupción y la impunidad. Modificar el modelo económico que postra y sojuzga. Urge una cirugía mayor y no se realizara si no hay participación ciudadana, si no hay sociedad comprometida con la mejora y transformación que de oportunidad a nuestra nación.

El reconocimiento del ejercicio de lo público como razón de la vida en sociedad refrendaría el compromiso con el quehacer democrático, sin embargo y aunque la sociedad mexicana registra al sistema democrático como la mejor forma de representación, es claro que nuestra cultura cívica y democrática está muy lejana de sustentar su consolidación, lo que se evidencia en el desgano de amplios sectores sociales de la participación e involucramiento de los asuntos públicos.

Las formas autoritarias, caciquiles y antidemocráticas que han modelado el quehacer político desde el siglo pasado y antes, han determinado las desviaciones de la década nacional de alternancia partidaria, ya que ha quedado de manifiesto que la cultura generada por más de 70 años de gobierno de un solo partido, se encuentra profundamente enraizada en el consciente colectivo, incluidos los políticos de oposición, como la forma de concebir las relaciones sociales y de poder, trastocando las virtudes de la transición democrática, haciéndola aparecer como insustancial, provocando su estancamiento o su franco retroceso.

Empero, más allá de creer en destinos manifiestos, donde nuestro futuro solo es profundizar en la agonía, el retorno inexorable del PRI a los Pinos y la continuidad sin modificaciones del ejercicio directo del poder en las entidades, deberá pensarse que los hastíos ciudadanos pueden jugar su papel y manifestarse, modificando los equilibrios y tal vez también las reglas del juego, arrinconando al poder a dar resultados en un eficiente juego democrático.

Frente al terror no sirve la inmovilidad, sino la acción comprometida de una sociedad que luche, que busque alternativas, que construya mecanismos que acoten y vigilen al poder, que lo cuestionen. Luchar por una democracia que signifique una participación social actuante, comprometida con los valores de libertad e igualdad, del legítimo derecho a un estado mejor de cosas, a tener instituciones creíbles, a contar con mecanismos de transparencia y rendición de cuentas, a un desarrollo sustentable y con justicia social, nada más, pero tampoco nada menos.

De la Bitácora de la Tía Queta

Que pena: entre el cinismo y la complicidad, “dirigentes” perredistas de Veracruz festejan su 8%.

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