Entre Columnas
Lluvia + corrupción = desgracia
Martín Quitano Martínez
“Curiosamente, los votantes no se sienten responsables
de los fracasos del gobierno por el que han votado”.
Alberto Moravia
Tláloc ha dejado caer su ira sobre Veracruz, miles padecen las terribles condiciones de indefensión ante hechos naturales de este nivel, y sin embargo las circunstancias permiten observar mucho más.
Ciertamente, la acción del hombre ha sido determinante en el comportamiento de la naturaleza; nuestra condición depredadora ha modificado procesos naturales, llevándonos al tan mencionado cambio climático como evidencia de las afectaciones realizadas por nuestra especie al planeta que habitamos.
Sin embargo, no todo es producto de una modificación climática que azota a nuestra entidad. La inclemencia no es sólo por lluvias atípicas que nos trajeron en unos días, el agua que debería haber caído en años, no: el problema se agrava por los delitos u omisiones cometidas por nuestros gobernantes de ahora y anteriores.
Encontrarnos con miles de damnificados y pérdidas humanas y materiales a causa del huracán Kart, no solo duele sino indigna. Es un panorama que en muchos casos pudo haberse evitado o reducido en sus efectos, de haberse cumplido las normas, las leyes, las reglamentaciones urbanas, ecológicas, hidráulicas, constructivas, en fin, que la acción pública hubiera ejecutado su papel como ordenadora del territorio, de la población, de las actividades productivas y económicas.
Esa cotidiana falta de planeación de mediano y largo plazo, aparejada con mecanismos de corrupción y tráfico de influencias que atraviesan y condicionan las autorizaciones gubernamentales y la falta de aplicación de sanciones a los que se encuentran al margen de la ley, son factores fundamentales para entender lo profundo de la crisis de seguridad pública en que vivimos, que no solo incluye al crimen organizado o no.
Ambiciones personales y políticas de “servidores públicos” que manejan los recursos públicos y el poder de su firma de manera irresponsable, ignorante, indolente, cínica o prácticamente criminal. En este el país, todo se “arregla” con el compadrazgo, el amiguismo, la influencia o la dádiva. Veracruz es un ejemplo claro de tales mecanismos administrativos.
El ambiente político y la economía subterránea han marcado decisiones de vida en nuestra entidad, ayer la autorización de comercios o viviendas en reserva ecológica restrictiva, hoy se permite la invasión en zonas de riesgo, anteayer se redujeron las especificaciones constructivas de puentes y carreteras, otro día se dejaron azolvar los ríos y se rellenaron los arroyos.
Programas de desarrollo urbano violentados o dibujados a modo de los terratenientes, de los inversionistas. Cambios de uso del suelo que no se explican más que a la luz de las ventajas e intereses personales, políticos o electorales. Pantanos y cuencas hidrológicas rellenados, cerros y dunas desestabilizados, recortados, ocupados con ciudad.
Las conocidas autorizaciones en zonas no aptas para el asentamiento humano tienen clara responsabilidad de los funcionarios que dieron las firmas correspondientes para que muchas áreas estén ahora en la situación en la que se encuentran. Mientras los habitantes de los nuevos asentamientos lloran o se angustian, los funcionarios y los desarrolladores duermen tranquilamente, al resguardo de la garantía que les otorga la impunidad. Ejemplos evidentes en Veracruz y Boca del Río, aunque no únicamente.
¿Cuantas familias afectadas podrían haber evitado esto si la acción institucional hubiera hecho su trabajo con ética y responsabilidad?
Las cuentas del desastre aún no se conocen, y tal vez no lleguen a conocerse a cabalidad, pero mas allá de culpar al agua que busca su cauce, deberíamos exigir que se finquen responsabilidades a los que por comisión o por omisión de un deber legal, empeoraron las condiciones de afectación del fenómeno natural.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Calderón y Fidel juntos, pero absolutamente distanciados
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