PERFIL

Xico, Veracruz, Mexico
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miércoles, 15 de septiembre de 2010

Entre Columnas

Historia verdadera

Martín Quitano Martínez

mquitanom@hotmail.com

“Es mejor encender una vela

Que maldecir la oscuridad”

Refrán.

El viaje a la desesperanza tardó 200 años.

La idea central que dio cuerpo al proceso independentista es soslayada por los compromisos y poderíos del nuevo orden mundial y los comportamientos entreguistas de las clases políticas de los últimos 30 años. A los intentos de festejar el Bicentenario y el Centenario, se le opone una realidad grotesca de insolvencia representativa y desgracia social.

Los eventos que buscan arropar la conmemoración, son observados desde la tristeza y los temores de amplios sectores sociales poco inmiscuidos en la “fiesta” y con más preocupaciones cotidianas que con el espíritu patriótico que machaconamente nos repiten.

Un año de festividades independentistas y revolucionarias, con preparativos enmarcados en una crisis donde abundan los gritos, pero no se trata de los que recuerdan las gestas heroicas, sino los de compatriotas afectados, los de todos a los que nos lastima y duele nuestra patria lacerada.

Más de la mitad de la población mexicana vive en la pobreza y la mitad de éstos se encuentra en la pobreza extrema; millones de compatriotas herederos de la independencia y la revolución, se debaten entre la miseria; miles de muertos en una guerra que derrota los espacios de seguridad de todos; cultura cívica en entredicho y problemas de una representación política sumida en sus caprichos e intereses, en lugar de enfrentar las dificultades existentes.

Las conquistas independentistas y revolucionarias, son solo vagos conceptos para millones de mexicanos que, en sus realidades, apenas son imágenes propicias para –acaso-, sacar las banderitas y gritar vivas por México. Lo más llamativo: un puente vacacional oficializado como elemento de un razonable compromiso con la historia.

Simbolismos patrióticos desprovistos de contenido, vacíos, más bien vaciados por el cúmulo de ideales incumplidos, de triunfos y logros tangibles solo para unos cuantos, calculada exaltación de lugares, bellezas naturales, comida o “tradiciones”, que no se derivan de los ideales y gestas que se festejan.

La comparación de las condiciones sociales, económicas y políticas de hace 100 y 200 años con el 2010, no son nada halagadoras. A tal distancia, solo hemos cambiado nuestra dependencia de España por Estados Unidos, y en la última centuria, no hemos avanzado gran cosa en la distribución de la riqueza, en la justicia social, y en la concentración del poder en unos cuantos. Han cambiado sí, las formas de la dependencia, de la esclavitud, de la explotación, del acceso al poder, del acaparamiento del valor agregado.

Ni más independientes, ni más revolucionados.

Una historia oficial parcial y manipulada que, sin asideros de glorias presentes, se ve obligada a recrearse en el pasado “glorioso”, agradecida por los héroes que nos dieron patria y libertad, para que sigamos igual después de tantos años. ¿Y que les enseñamos a nuestros niños? ¿Les decimos la verdad o que solo repitan la historia oficial? Ejemplos de valentía ante un presente ominoso. Los niños y jóvenes de ahora, tienen pocas o vagas referencias de lo acontecido en aquellos años, no construyen ya imágenes de identidad o compromiso.

Es claro que tenemos que mirar al futuro, es necesario hacerlo viviendo y actuando sobre nuestro presente, pero el reconocimiento de nuestro pasado podría sin duda fortalecer nuestros quehaceres y pendientes obligados; romper con el paradigma mítico de nuestra historia y volverla humana y cercana a todos, daría oportunidades de entender gran parte de nuestros comportamientos actuales, por ello la importancia de revisarnos permanentemente con miradas criticas, por la urgencia de recomponer lo que en este momento somos.

Nuestra historia tiene que releerse, en el marco de la construcción de nuestro desarrollo democrático, de nuestro futuro; tiene que dejar de ser un instrumento para la continuidad de un modelo atrasado, anquilosado. Una historia que trascienda la estructura de imágenes para la exaltación de la nación, que muestre la verdad de los hechos y de sus hacedores, de sus vicios y virtudes. Una historia humana, no mítica. Una historia más accesible para entenderla y mejorarla.

La necesidad de una historia que nos cuente con realidades lo acontecido, implica brindarnos la oportunidad de concebir los compromisos y urgencias democráticas, la transparencia y la obligatoria rendición de cuentas, la justicia social y el desarrollo sustentable, pendientes del aquí y ahora, que estarán mejor referenciados si también se aplican a la recuperación de una historia verdadera.

DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA

Un copetín y un partido atemorizados, que modifican la ley, desnudando sus vicios antidemocráticos y autoritarios.

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