Entre Columnas
Desesperanza
Martín Quitano Martínez
Poema a la desesperanza
Alguien ha entrado a mi casa
mientras dormía
ha descolgado el sol y se lo ha llevado
ya no amanece
ha abierto los armarios
se ha llevado los sueños
ha roto los recuerdos
y me ha dejado sin una sola pieza de esperanza.
Alguien ha entrado de noche a mi casa
sin hacer ruido
sin que pudiera defenderme me arrebató la paz
me ha dejado en ruinas y en silencio
en un lugar vacío donde no hay
refugio posible.
Alguien ha entrado de noche a mi casa
pero olvidó llevarse
tanto amor.
mientras dormía
ha descolgado el sol y se lo ha llevado
ya no amanece
ha abierto los armarios
se ha llevado los sueños
ha roto los recuerdos
y me ha dejado sin una sola pieza de esperanza.
Alguien ha entrado de noche a mi casa
sin hacer ruido
sin que pudiera defenderme me arrebató la paz
me ha dejado en ruinas y en silencio
en un lugar vacío donde no hay
refugio posible.
Alguien ha entrado de noche a mi casa
pero olvidó llevarse
tanto amor.
Aisha
La
desesperanza esa enfermedad del alma moderna como la definía Nietzsche, esa
condición de postración, de frustración e impotencia de poder remediar
situaciones que se estiman negativas, campea en una sociedad como la nuestra
donde los males sociales son exponencialmente presentados por los garantes del
cinismo, esos que mayoritariamente se regodean en los puestos públicos y de representación.
La
desesperanza, pesar que limita, que inmoviliza, como el miedo ante condiciones
sociales de espanto, esas que incorporan pobreza e inestabilidad a millones,
esas que se articulan a través de las incertidumbres laborales, de las
incapacidades para acceder a satisfactores básicos, de salud, alimentación,
educación y recreación.
Vemos
en nuestros días el horror de un modelo económico y social que fabrica un camino
angustiante y peligroso para millones de humanos en la búsqueda de mejores condiciones
de vida, en el que arriesgarla es la característica; vemos el deterioro
ambiental como consecuencia de la ambición desmedida de los menos en contra de
los más, por la obtención de ganancias mayores sin escrúpulos.
Los
actores de gobierno, las instituciones y grupos sociales privilegiados mayoritariamente
se convierten en agentes de la desesperanza, promotores de la impotencia social
para construir ilusiones, para alcanzar objetivos distintos. El modelo es en
tal sentido castrante, consolidando conductas sociales de resignación, de
conformismo.
Frente
a la impunidad, a la inseguridad, al cambio climático, a la pobreza, al
desempleo, a la corrupción nada hay por hacer, acostumbrémonos que solo son
condiciones de la naturaleza humana, porque “así somos y ni modo”, somos
depredadores, ambiciosos, injustos, malos, comodinos, explotadores, tenemos
precio y aspiramos siempre a joder a quien se pueda.
La
resignación es el camino, abandonar los sueños es lo mejor, son un equipaje
demasiado pesado para una realidad ominosa donde todos jugamos nuestra parte
para hacerla presente y viva, todos los días se nos presentan las
manifestaciones concretas que desmontan las ilusiones.
En Veracruz por ejemplo existe muy poco margen para
que se forjen actitudes de resistencia a los abusos; la desmoralización
colectiva es una estrategia que se calcula, que se opera, con represión o
corrompiendo, con la demostración de que el pinche poder se ejerce, de que la
ley es letra muerta, de que se premian las incompetencias y que ante eso es
mejor aguantar, buscar acomodarse a lo existente.
Esa
desesperanza realmente existente no es de todos, hay “mucho más que dos” que
buscan andar otros caminos y mantener los sueños, resueltos a no dejarse vencer,
dar la cara por encontrar vías alternativas a una clase política miserable, a
un modelo expoliador, a una sociedad sin ciudadanía, mucho esfuerzo es
necesario, y como diría Silvio Rodríguez, mucha “necedad de vivir sin tener
precio”.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
El dicho del CCE
sobre los “retrasos razonables” en los pagos del gobierno, suenan a broma.
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