Entre Columnas
Las manifestaciones.
Por: Martín Quitano Martínez.
No niego los derechos de la democracia;
pero no me hago ilusiones respecto al uso que se
hará de esos derechos mientras
escasee la sabiduría y abunde el orgullo.
Regular
las manifestaciones en Veracruz se han vuelto una exigencia para muchos, entre
los que se incluyen los que también reclaman desregular las actividades de
potestad y control estatal. Se trata de una discusión viciada por el ruido de
la intolerancia que pretende pasar por encima de la legitimidad de muchas de
las manifestaciones que van surgiendo como forma de rechazo a la cotidiana impunidad,
a las vivencias de pobreza y marginación cada vez más presentes, cada vez más
profundas.
Es
preocupante que la crisis de representación presente en las movilizaciones,
origine que sean descalificadas por igual: ninguna vale la pena, todas son
manejadas, todas están bajo sospecha; se tasan igual los cuatrocientos pueblos que
las defensas ambientales, los cardenistas con los cafeticultores. El meollo del
asunto es que pueden ser parecidas pero no todas las manifestaciones en la
calle son iguales, ni en comportamiento ni en dirección, no son iguales en
representación ni tampoco en origen, solo son coincidentes en que son grupos de
personas que salen a la calle a protestar e interrumpen el tráfico vehicular.
Habrá
que levantar un poco la vista para observar que la maduración de los
agotamientos contra las manifestaciones es estimulada desde las oficinas que promueven
a muchos de los grupos que ocupan las calles, apretando el descontento social para
esgrimir y legalizar la represión que tanto les favorece para aplicarla a los
que están en contra de sus intereses facciosos.
El
juego político de los que gobiernan se encamina hoy más que nunca a la derrota
de la ciudadanía y de la lucha social, la cual se acrecienta cuando los
argumentos del poder se apoyan y se acompañan de los señalamientos de parte de
una opinión publica manipulada, desinformada o tendenciosamente informada. La
sociedad demanda del gobierno –dicen-, mano dura contra los que se manifiesten
y entorpezcan la vida social, las buenas costumbres o la vialidad.
El
arrinconamiento de las demandas en personajes y organizaciones de
incuestionables, conocidos y nefastos comportamientos, han desvinculado el
reconocimiento y apoyo de amplios sectores sociales a cualquier movilización,
por muy legítima que sea. La sospecha, la descalificación, la presunción de
manejos distintos a las arengas, son puestos siempre en la mesa de las
opiniones sociales.
En
una sociedad como la nuestra nada puede ser visto con el beneficio de la duda para
el reconocimiento positivo, es mucho más fácil suponer lo negativo, es
demasiada la historia de las suciedades que se han jugado como para suponer que
puedan darse condiciones para movimientos en contrario. “Todos son iguales”, “piden
tan solo dinero para los dirigentes”, “son mecanismos de presión de entre los
grupos políticos”.
El
desgobierno existe, es calculado y movido como pieza de ajedrez y/o es producto
de las componendas pero también de las incompetencias; la ingobernabilidad es
realmente existente, tratando de esconderla con la aseveración de que lo que
acontece en la entidad “es porque existe un Veracruz vivo”, soslayando en hecho
de que en origen nos enfrentamos a un profundo deterioro institucional y un hartazgo social.
Los
grandes y graves problemas continúan allí, los movilizados reciben poco o nada
que no sean los frutos de las viejas prácticas, entre los engaños y los dejarse
engañar, entre las despensas y las construcciones de fortunas, entre las
legítimas demandas y reclamos, el manejo y la vendimia, entre todo ello la
ineficiencias y la corrupción. La
complicación del juego no está primordialmente en las manifestaciones, sino en
el origen de muchas de ellas, en el tratamiento de los problemas e intereses
que las originan, que las manejan.
Sin
embargo, la discusión de las manifestaciones pretende visualizar únicamente el
árbol sin abarcar el bosque. La libre manifestación es un derecho, es un
ejercicio democrático que debe ser cuidado, aunque la miseria democrática de
nuestra clase política lo haya trastocado, rebajado y utilizado. Protejamos
nuestro derecho a disentir.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Libertad
veracruzana A.C. dice bien, “El Estado es de todos, recuperemos Veracruz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario