Entre Columnas
Ruta de colisión.
Martín Quitano Martínez.
Un optimista ve una oportunidad en toda calamidad,
un pesimista ve una calamidad en toda oportunidad.
La
vida democrática de nuestro país es fuente de cuestionamientos básicos porque
golpea la vida cotidiana, porque lacera las garantías y logros que deberían
darse en un sistema político que se identifica como referencia sustantiva de la
libertad de expresión y del peso político de la decisión de las mayorías.
Es
evidente el deterioro de nuestro entramado social y las condiciones de
debilitamiento de la legitimidad y capacidad de maniobra de nuestras
instituciones, poniendo en entredicho a una sociedad que lleva varios lustros esperando
que la transición democrática se consolide como el paso inicial para fortalecer
una democracia que garantice las rutas con las que se acceda a una vida
nacional más equilibrada económicamente y socialmente más justa, abatiendo las fuertes
contradicciones que seguimos padeciendo.
La
alternancia que se vivió en el año 2000 abrió todas las expectativas para plantear
que las oportunidades democráticas se consolidaran, ya que el mayor lugar de
las decisiones del país era tomado por la fuerza de la participación en las
urnas. El espacio democrático rebosaba de
oportunidades, sin embargo la
realidad avasalló los sueños; la cultura y la ingeniería institucional
largamente construidas, protegieron la supervivencia de un estado de cosas
regido por la componenda, la opacidad, la corrupción y la impunidad.
Los
actores, una clase política irresponsable, banal, con gobiernos que sin recato
alguno profundizaron los deterioros, burlando los sueños de amplios sectores, y
que pese a los crecientes malestares sociales, se niegan a cambiar sus criticables
conductas, dejan en evidencia que no entienden que el hartazgo y la injusticia
llevan ruta de colisión frente a su cinismo,
frente al descaro de considerar los quehaceres públicos y políticos como meras plataformas
para enriquecerse y conseguir sus intereses facciosos, pasando sobre la ley o
aplicándola de manera discrecional para abusar de su poder, con la plena
certeza de que no habrá castigo, que la impunidad los protege.
Para
estos políticos, lejos, muy lejos están las discusiones que merece el país y
sus urgentes cambios, se concentran mejor en las disputas palaciegas que
incorporan a los feudos políticos, empresariales y poderes facticos, mirando el
horizonte descompuesto como algo preocupante, pero manejable.
La
maltrecha sociedad civil se debate entre el individualismo, la desconfianza,
los agandalles y los fundamentalismos, y en este marco las razones no son las
dominantes, sino que aparecen obnubiladas y se agotan en las consignas. En
consecuencia no se construyen programas ni consensos, sino que se vuelven
expresiones sectarias que compiten en autoritarismo y barbarie con esos
gobiernos y poderes que tanto hemos señalado.
Buscar
la salida del túnel oscuro en el que nos encontramos no es solo una buena idea,
o un planteamiento de oportunidad para el optimismo iluso, sino un reto y un
compromiso para realizar acciones palpables, una voluntad más allá del deber
ser para concretar los dichos con los hechos. La vida cotidiana caótica, los
procesos electorales por venir, son esas
oportunidades que nos pondrá en el filo de decidir la aportación de nuestro
grano de arena para los cambios urgentes, desde el espacio mínimo de nuestra
vida diaria, buscando las formas de organización, denuncia y reclamo que
acorralen a los beneficiarios del status quo.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Teocelo, el retroceso desde el grito, la
ignorancia, la indiferencia y la complicidad de muchos.
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