ÍMPETU JUVENIL
Marco Antonio Figueroa Quinto
“El mundo será lo que la juventud quiera; si esta ama la verdad y el bien,
eso habrá en el mundo”. Werner Karl Heisenberg
Si bien es cierto que muchos jóvenes han optado por encauzar su camino
por senderos no gratos para las sociedades actuales, podremos decir que mucha
culpa tenemos las generaciones adultas de que ello suceda. Actualmente el
crimen organizado ha visto como opción a las diversas pandillas de las grandes
metrópolis – Xalapa no escapa a esta dinámica- para reclutar a sus miembros y
fortalecer sus combatidas filas por las autoridades de justicia, mal que
preocupa a padres de familia, porque con la mafia no se juega. Algunos padres
que veían como “dolor de cabeza” el ímpetu juvenil de sus hijos en las
pandillas de sus barrios, y en conjunto con otros jóvenes de su edad cometían
una serie interminable de tropelías, de repente los vieron emigrar, su destino
el norte del país, donde se les ofreció un cambio radical en sus vidas:
seguridad económica, alojamiento, drogas, comida, armas y un potencial poder;
lo que fue irresistible para muchos, la mayoría de ellos hoy, están recluidos
en diferentes prisiones del país, son una cifra más entre los muertos de esta
lucha contra las agrupaciones de criminales o narcotraficantes, algunos
reaccionaron y originó que huyeran de sus patrocinadores y trataron de regresar
a sus hogares sin éxito, otros más desquiciados se enfrentan de manera suicida
contra las fuerzas del orden, siendo abatidos, ocupando muchas veces la fosa
común al morir donde nadie reclame sus cuerpos ¡Triste y terrible destino!
Todos nos asustamos de lo que sucede, pero pocos hacemos algo por rescatar a lo
mejor de nuestra sociedad, que son las nuevas generaciones y ofrecerles otras
opciones, la mayoría de los adultos estamos absortos en nuestros intereses
particulares; que no tenemos tiempo, espacio ni recursos para apoyar a los
jóvenes que reclaman oportunidades, aquí se me hace oportuno recordar a Roberto
Chafar, quien expresa al respecto, que “debemos ver a los jóvenes, no como botellas vacías que
hay que llenar, sino como velas que hay que encender”, pues efectivamente esa
es nuestra opción y compromiso, muy diferente a otro tipo de jóvenes, como “Yo
soy 132” que trataremos en otra ocasión. Recuerdo que hace unos meses al
visitar Ricardo Ahued Bardahuil una de las colonias populares de nuestra
hermosa ciudad capital en su calidad de candidato, le dimos a conocer el cambio
de muchos jóvenes, los que antes eran pandilleros y azote de los estudiantes, los
presentamos como personas responsables, útiles a su familia y a la sociedad,
empleándose en una actividad modesta, pero honesta, que si bien no obtenían
sueldos fabulosos, si tenían para vivir decentemente, convivio que movió a
Ricardo y que lo lleva muy grabado en mente y corazón, porque es un hombre
bueno y noble, sabedor que si todos hacemos algo por la juventud, nos
sentiremos orgullosos de ellos. Antes de proseguir con esta narrativa, déjeme
compartirle estos datos, y definir el concepto Juventud (del latín iuventus), edad que se sitúa entre la infancia y la edad adulta.
Según la Organización de
las Naciones Unidas la juventud comprende el rango de edad
entre los 10 y los 24 años; abarca la pubertad o adolescencia inicial —de 10 a 14 años—, la adolescencia media o tardía —de 15 a 19 años— y la
juventud plena —de 20 a 24 años. El 12 de agosto es el Día Internacional de la
Juventud. La fecha
fue proclamada el 17 de diciembre de 1999 por la Asamblea General
de las Naciones Unidas.
El término juventud también puede referirse a
los primeros tiempos en la existencia de algo, y puede ser sinónimo de energía, vigor y frescura, esto último que puede ser la fortaleza de tal
período de nuestra existencia es al mismo tiempo su debilidad, ya que cuando se
es joven creemos que, no sólo nosotros, sino todo cuanto nos rodea es inmutable
y permanente, el deseo de uno como joven es volar, cuando apenas nos
hemos parado, y aún no sabemos caminar. Por ello los adultos no debemos dejarnos
mangonear, ni manipular por ellos, ya que como jóvenes medimos la capacidad de
autoridad de los adultos, y si descubrimos su lado débil, ya nunca más nos
controlarán, he ahí el principio del fin, la permisividad a temprana edad ha
conducido a muchos jóvenes a su perdición y tornar ese ímpetu juvenil en algo
nocivo, inclusive para él mismo. Igualmente no recomendamos restar autoridad a un adulto delante de éstos,
ya sea en casa, escuela o cualquier otra institución, pues los jóvenes solo
desean un punto de flaqueza para imponer sus reglas, que cuando se pretenden
evitar muchas veces es demasiado tarde. El daño que muchos medios de
comunicación hacen irresponsablemente de atacar sistemáticamente al magisterio
nacional ha contribuido a derrumbar los ídolos cercanos a las nuevas
generaciones, los que comenzaron esta andanada son entes perversos y ambiciosos
que ven la educación como un jugoso negocio que pretenden tener a cualquier
precio, aniquilando la educación pública a base de insistir e instigar a la población
poco instruida (entre las que contamos a los jóvenes), que cae en el engaño y
rechaza los nobles postulados que la pedagogía conlleva. Sabemos que lo que es
arriba es abajo, lo que es en grande es en pequeño –guardando las debidas proporciones-
y así cualquier estrategia, dinámica o beneficio que uno implemente, si es
cuestionado por otros adultos sin conocer logros o resultados serán desechados
regularmente por los jóvenes, solo la persistencia en la meta y objetivos
podrán derrumbar tales tabúes. Agregaré a esta reflexión parte de mis
experiencias como docente, donde no solo fortalecemos a nuestros educando en
los programas educativos acorde a su edad, sino que nuestros proyectos abarcan
su formación integral “mente sana en cuerpo sano”, adicionando a ello
aprendizaje de cuestiones que les servirán para su vida inmediata. Así dispuse
mi carro (una Brasilia mod. 1978, que aún anda dando guerra bajo la conducción
de uno de mis hijos) para que mis alumnos de tercer año y con una edad mayor, aprendiesen
a manejar, muchos de ellos al concluir su educación secundaria, salían
aprendiendo a manejar, lo que les serviría para continuar sus estudios de
bachillerato, empleándose como chófer y pagarse sus estudios, cuestión que solo
duró tres años, ya que hubo rechazo de compañeros que iniciaron una campaña en
contra, la que dejamos por la paz. Después implementé el aprendizaje de la
guitarra, conduciendo a mis alumnos de la tele secundaria hoy llamada “María del
Carmen Serdán Alatriste” desde primer año hasta el tercer año, concluyendo en
una rondalla, del grupo de veintitrés jóvenes trece aprendieron a tocar este
bello instrumento y todos musicalizaron y cantaron; muchos de ellos ahora son
músicos profesionales y viven de eso, como siempre el rechazo venía de mis
pares, que denostaban los logros en todas las áreas del conocimiento,
argumentos pueriles e inconsistentes, que solo llevaban inquina y dolo. Siempre
he sabido al igual que John Ruskin que Educar
a un joven no es hacerle aprender algo que no sabía, sino hacer de él alguien
que no existía, por ello ahora trato de evitar polémicas, pero se dan, no cabe
duda que para que estas existan solo debe de estar uno activo y tratar de hacer
las cosas de la mejor manera. La estrategia actual, que me ha llevado toda una
vida es involucrar a mis alumnos en el hábito de la lectura, no solo como
lector dentro del aula, sino esta disciplina la deben proseguir extramuros,
allá donde muchos están deseosos de abrir un libro, pero que las condiciones
económicas, sociales y de comunicación no lo permiten, por ello he buscado
estrategias desde mis años mozos de que la gente lea, así lo hice desde la
escuela primaria federal “Pastor Torres” de San Andrés Tuxtla, donde escribí
poemas y prosas relacionadas con nuestro entorno y los símbolos patrios, donde
los docentes de esa época me motivaban a escribir, ganando concursos internos
al respecto. Después llegó una etapa de muchas lecturas en la secundaria que
compartí en la misma Suiza Veracruzana y el puerto de Veracruz. Como normalista
edité la revista “La Voz del Estudiante” que se leía mucho y que me causó
emociones encontradas, ya que tratar de hablar con la verdad, originó molestias
y represalias de parte de la directiva de la escuela, donde estuve becado. Dejo
algunas añoranzas para concluir con el tema, ya que todos sabemos que el
proceso de la juventud lleva toda una vida, por ello
debemos encauzar a nuestras nuevas generaciones por los hermosos, exóticos y
cotidianos caminos del esfuerzo, pero con una dinámica ágil, productiva y
atractiva para éstos, sino nuestra misión siempre será trunca; y el ímpetu
juvenil será desperdiciado, que sería lamentable y costoso ¿O no? ¡Estamos!
alodi_13@hotmail.com
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