Entre Columnas
Elecciones y Desvergüenza.
Martín Quitano Martínez.
“De golpe se acercan unas elecciones
y no sabes a quien votar.
Sé lo que no quiero votar, pero lo que quiero
votar no lo veo.
Eso produce una impotencia enorme y los
políticos deberían darse por aludidos”.
Pedro Almodóvar
Los
niveles de descrédito, desconfianza e incluso desprecio hacia la clase política
nacional son demasiados altos e insostenibles. La necesidad de modificar
conductas y cambiar procesos parecen sin embargo ejercicios que no están
dispuestos a realizar los que dicen representarnos; los comportamientos de
burla para con los sentires sociales son directamente proporcionales con el
afan de reproducir lo mismo que nos ha llevado a problemáticas profundas que
parecen no tener un futuro de recomposición y mejora.
De
norte a sur en nuestro país se sufren las impresentables acciones de una
mayoría de políticos, funcionarios y representantes que asumen que pese a las
importantes manifestaciones de amplios sectores sociales sobre lo agotado de
sus actos y mentiras de siempre, de los cinismos y opacidades de siempre, dan continuidad
a los absurdos que lastiman de manera brutal a millones y que ahora regresarán
en periodo de elecciones a sonreír y a timar desvergonzadamente por “lograr” el
voto que les brinde la “oportunidad de servir”.
Los
casos donde queda la evidencia palpable son múltiples y reconocidos, pasa por
funcionarios deshonestos e ineficientes que, amparados en los manejos
discrecionales del poder, se lanzan tras la búsqueda de continuar medrando de
espacios alternativos o de legisladores y presidentes municipales que
chapulinescamente saltan para lugares donde “servirán” mejor a la sociedad; la ironía
de los cinismos es el gran aura que los cobija.
Desvergonzados,
asumen que todo está bien, aunque sus carreras avalen una condición
generalizada de desprecio de lo público total, al final, sus actos son
socialmente asumidos y respaldados en la vida diaria, por lo tanto ellos solo
juegan al ritmo que el conjunto social permite y lo malo, en muchos casos comparte.
Los
ahora comprometidos personajes públicos que aspiran a los nuevos encargos
puestos en la mesa de este 2015, se reinventan dejando las taras propias y
estructurales que han conformado con actos como los que ahora repiten sobre
cálculos que incluyen el lujo de que las sanciones no se darán, que no habrá
castigos sociales ante sus inocultables irresponsabilidades públicas, que las
incompetencias y corruptelas serán vistas como esos males consustancias a
nuestro ADN, que tan solo son manifestaciones de nuestra cultura nacional.
De
lo contrario, como entender por ejemplo, que quien firmó ante notario y ante
sus electores el compromiso de mantenerse en el cargo por el que pedía el
respaldo para representarlos y trabajar en consecuencia, ahora sin más lo deja
y vuelve con el engaño a cuestas a pedir que le crean para darle nuevamente el
voto por un puesto mayor, y peor aun cuando el desempeño legislativo y público
de esos que van a la arena de la competencia electoral brilla por lo intrascendente.
El
mundo de la desvergüenza tan patéticamente mostrado por muchos de los nombres que
aparecerán en una elección confrontada, con una realidad social dura, violenta,
insatisfecha ante la falta de honestidad, capacidad y compromisos de una clase
política, funcionaria y empresarial alejada de las necesidades de solución de
los graves problemas nacionales, se presentaran ahora, de nuevo, inundando las
horas y los días con sus discursos vacíos, con sus maletas de promesas y
manejos truculentos y apostando a la ignorancia y colusión de amplios sectores
sociales que entre las apatías y los desprecios al final, apuestan, no los
castigará.
DE LA
BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Teocelo, el retorno legal de la barbarie
escondida en las “tradiciones”.
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