Entre Columnas
Demasiado ruido.
Martín Quitano Martínez
Con el ruido de la guerra no
oigo el de las leyes.
Cayo Mario.
Político y militar romano.157-86
a.C
Hay
un ruido ensordecedor. Estamos viviendo el excesivamente amplio impasse de
espera entre las votaciones y la toma de protesta, nunca antes tan sentidamente
largo, entre demasiado ruido.
Después
de que el hartazgo y agotamiento social definieran el triunfo de la alternancia
en la gubernatura de Veracruz para romper el control de más de 80 años de un
solo partido en el gobierno, se ha generado un clima de estridencia política
fuera de lo común. Era de esperarse que fuera un trance difícil dejar el poder
para el grupo gobernante, pero lo que está sucediendo en Veracruz es por demás
excesivo. Son las características de ambos protagonistas las que alimentan el
volumen y lo abigarrado de las descalificaciones, pero hoy por hoy los ruidos
acallan la posibilidad del diálogo, enervando y preocupando a amplios sectores
sociales.
La
turbulencia que conlleva la derrota y la puesta en jaque mate de la continuidad
del ejercicio público del grupo dominante principalmente en los aciagos últimos
años de nuestra historia local, muestran nuestra poca calidad democrática y la
profundidad de la descomposición; los señalamientos de corrupción que llenan los
espacios de medios de comunicación además del murmullo de millones de
veracruzanos generan un ambiente vituperante que escala hasta volverse
dominante y catártico, respaldado en el cansancio de la impunidad y el cinismo
que han hecho de la política y del ejercicio público la referencia general de
la impudicia.
Ahora
mismo se discute si el gobernador electo tomará posesión o no de su encargo el
1° de diciembre próximo, en un debate sujeto de la expectativa social y la
incertidumbre, de tono y volumen demasiado alto, ante los señalamientos de
enriquecimiento que le han sido denunciados. Podría reenfocarse la discusión
sin que se abandonen las líneas de investigación de las autoridades judiciales,
pero esto no abonaría al griterío que a muchos les es preciso.
El
gobernador con licencia, brabucón personaje que extendió y ahondó la estela
maligna del gran corruptor de la fidelidad, llevándonos a esta penosa situación,
parece que hoy mismo ya cuenta con la primer orden de aprehensión, contradiciendo
su perorata de honestidad y ejercicio público inmaculado, faltando aún el
desahogo de otras denuncias en curso.
El
monto de esta denuncia son 500 millones de pesos, poco más del 1% del monto del
desfalco, del quebranto financiero calculado para el erario veracruzano, derivado
de sus actividades faraónicas y el manejo discrecional y patrimonialista
aprovechado por su padrino, él y sus cortes que miserablemente y sin escrúpulo
alguno saquearon a la entidad.
La
exigencia en la aplicación de la justicia no puede soslayarse ni negociarse y
debe aplicarse para todos los que delincan, sin embargo Veracruz requiere
atemperar su agitada vida, son muchos y profundos los problemas como para que
la gritería impida acercar y escuchar las propuestas que brinden las soluciones
que se necesitan, el beneficio del desorden solo favorece a quienes se pertrechan
en él para ocultarse e intentar garantizar no ser sancionados; ubicar en otros
frentes el desarrollo de los debates necesarios sacaría del monotema la
discusión pública estatal.
Faltan
un poco más de 35 días para asumir el reto de la alternancia, de que se vuelva
realidad el esperado cambio para concretar escenarios de credibilidad y
confianza, en donde todos tenemos la responsabilidad y obligación de aportar
algo bueno y algo nuevo.
No
es propaganda, no es por beneficiar a alguien en particular sino porque para
ello hemos votado mayoritariamente por un cambio y porque nos merecemos un
presente y un futuro mejor todos los veracruzanos, en ello todos los actores
políticos tendrán responsabilidad y no dispondrán de mucho tiempo ni holgura
para cumplirle a una sociedad harta de los insolencias que todos conocemos.
DE LA BITÁCORA DE LA
TÍA QUETA
Disyuntiva de la LXlll Legislatura: Desaforar a
Duarte y dar paso a la ley o llegar hasta el final con su abyecta e indigna
conducta.
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